domingo, octubre 03, 2010

Del porque de las cosas y otras locuras...

Cuando miro al pasado, aquellos años del bachillerato, y recuerdo lo agradable que era conocer gente nueva cada día, ver su diversidad de interpretaciones del mundo y soñar que nuestra juventud nos daba la fortaleza de hacer locuras. Observo y me veo crecida en el sueño de convertirme en la próxima Julia de Burgos, con su vida llena de experiencias profundas pero sin el trágico final que marcó la historia.


Recuerdo claramente como escribía acertijos llenos de Ricardo Arjona y Pablo Neruda, soñando que yacía desnuda en los campos del morro. Tras pasar los años, dejé con ellos las aventuras literarias, ese retarme con los pensamientos escritos al azar. Dejé también las articulaciones escabrosas de mis delirios nocturnos y poco a poco fui encerrando en lo más profundo de mi inconsciente todo el talento creativo que vivía dentro de mi. Ya no quería ser Julia de Burgos, ni soñaba con las letras del norte y el sur de Arjona, ni enloquecía con el nuevo poemario de Benedetti. Había olvidado la poesía. Estaba esclava de mi nuevo ser. Ese que te encarcela en el trabajo, las deudas, la rutina. Esclava de mis propios pensamientos pesimistas y enloquecedores.


Migré entonces al olvido, me escondí de mi propio ser y dejé todos los recuerdos guardados en cajas de cartón con destino a Michigan. Nunca volví a ser la misma, la juventud se había marchado. La locura de creerme Julia había desaparecido por completo, no había sueños ni esperanzas, ni aventuras por lograr, ni deseos por cumplir. Entonces recordé el porqué mis poetas habían muerto, recordé que no aguantaron la presión de creecer, que sus privilegiadas mentes creativas se negaban a morir en los recuerdos y yo nunca podría ser como ellos.


Si quería recuperarme tenía que volver a embrigarme en el deseo de vivir, en la poesía y dejarme llenar por el vino y el placer. Tenía que permitirle al mundo que me cautivara y llenara de locura mis actos de jóven rebelde y aun con una vida para desperdiciarla en los cuartos de hotel, en las galerías de arte, en los bellos escenarios del salón de la vida. Ahora que he vuelto a vivir, pienso que para un poeta no hay vida sin desgano, sin lágrimas, sin sufrimientos. Algo debe pasarle al poeta...sea amor, delirio, sufrimiento o meramente el recuerdo.

No hay comentarios.: